Hace unos meses me llamó una amiga para decirme que su sobrina de dieciocho años tenía curiosidad por hacerse una lectura de tarot conmigo pero le daba miedo. No entendía cómo funcionaban las cartas. Creía que quizás se tratara de una sesión de espiritismo. Bajarían fantasmas a susurrar a mis oídos los secretos de su vida para luego yo advertirle de un inexorable destino. Como no me conocía en persona, me imaginaba una vieja
loca con un turban en la cabeza o quizás una médium salida de una serie de televisión. En el peor de los casos, una chanta que diagnosticaría envidias y le cobraría por una cura del mal de ojo. Y en el caso de ser vidente, la marcaría con el presagio de un evento que sesgaría su libre albedrío. Visto de esta manera era natural que tuviera mucho, mucho miedo.
Al principio me hizo reír un poco toda la situación, pero cuando me puse a intentar explicar cómo funcionaba el tarot me di cuenta que justo había dado en la tecla sobre un tema que es cardinal para el consultante y para el tarotista. Un tema que aún no había puesto en palabras mi respuesta.
Dejando de lado la mecánica básica de la lectura, el tarot funciona de una manera misteriosa que yo había aceptado desde lo instintivo sin querer definirlo desde lo mental. Como pueden unos pedazos de cartón laminado decir y comentar sobre la vida de un ser humano es un enigma. Esta joven consultante me hizo dar cuenta que su pregunta sí ameritaba consideración. Toca a un secreto tan profundo como el del sentido de la vida.
La respuesta que cada uno elija como cierta en virtud a su espíritu reflejará mucho sobre sus posturas de vida.
En “La vía del tarot”, Alejandro Jodorowski comparte su vivencia con el tarot como herramienta psicológica y denuncia como un “fraude” la “lectura del futuro”. En su explicación resalta que para él la idea de un destino, al estilo del teatro griego, le provoca repugnancia y por ende, al pensar y definir lo que él considera “futuro” encuentra que la adivinación socava su filosofía de la existencia. Entonces Jodorowski propone que el uso del tarot sea para ayudar a otros presentando los arcanos como “espejos del alma”. En su libro explica cómo debe comportarse a quien denomina de “tarólogo” durante una consulta y lo asemeja a un médico del cuerpo y del alma.
Paul Foster Case en su libro “The Tarot, A Key to the Wisdom of the Ages” defendía al tarot como “herramienta para descubrir potencialidades del alma humana”. El aconsejaba realizar una meditación diaria con un Arcano Mayor para poner en marcha en nuestro subconsciente el potencial de los poderes de ese arcano.
Edith Waite en su libro sobre el tarot apela a la idea que el subconsciente “lo sabe todo, lo conoce todo y por lo
loca con un turban en la cabeza o quizás una médium salida de una serie de televisión. En el peor de los casos, una chanta que diagnosticaría envidias y le cobraría por una cura del mal de ojo. Y en el caso de ser vidente, la marcaría con el presagio de un evento que sesgaría su libre albedrío. Visto de esta manera era natural que tuviera mucho, mucho miedo.
Al principio me hizo reír un poco toda la situación, pero cuando me puse a intentar explicar cómo funcionaba el tarot me di cuenta que justo había dado en la tecla sobre un tema que es cardinal para el consultante y para el tarotista. Un tema que aún no había puesto en palabras mi respuesta.
Dejando de lado la mecánica básica de la lectura, el tarot funciona de una manera misteriosa que yo había aceptado desde lo instintivo sin querer definirlo desde lo mental. Como pueden unos pedazos de cartón laminado decir y comentar sobre la vida de un ser humano es un enigma. Esta joven consultante me hizo dar cuenta que su pregunta sí ameritaba consideración. Toca a un secreto tan profundo como el del sentido de la vida.
La respuesta que cada uno elija como cierta en virtud a su espíritu reflejará mucho sobre sus posturas de vida.
En “La vía del tarot”, Alejandro Jodorowski comparte su vivencia con el tarot como herramienta psicológica y denuncia como un “fraude” la “lectura del futuro”. En su explicación resalta que para él la idea de un destino, al estilo del teatro griego, le provoca repugnancia y por ende, al pensar y definir lo que él considera “futuro” encuentra que la adivinación socava su filosofía de la existencia. Entonces Jodorowski propone que el uso del tarot sea para ayudar a otros presentando los arcanos como “espejos del alma”. En su libro explica cómo debe comportarse a quien denomina de “tarólogo” durante una consulta y lo asemeja a un médico del cuerpo y del alma.
Paul Foster Case en su libro “The Tarot, A Key to the Wisdom of the Ages” defendía al tarot como “herramienta para descubrir potencialidades del alma humana”. El aconsejaba realizar una meditación diaria con un Arcano Mayor para poner en marcha en nuestro subconsciente el potencial de los poderes de ese arcano.
Edith Waite en su libro sobre el tarot apela a la idea que el subconsciente “lo sabe todo, lo conoce todo y por lo
tanto lo puede predecir todo”. Waite se apoya en las teorías del subconsciente colectivo desarrolladas por el psicólogo suizo Carl Gustav Jung. Sin embargo resalta que el fundamento de la adivinación se apoya en la fe del consultante. “La fe actúa en diferentes niveles del ser, entre diferentes niveles de la existencia, y por ese puente puede circular la energía (lo mismo ocurre en ciertos tipos de curación o en muchos actos religiosos).”
Rachel Pollack también toma de las teorías de Jung y agrega al tarot el elemento de la “sincronicidad” como parte de la lectura. La sincronicidad sería una nueva ley del orden natural que explicaría todos los eventos que escapan el sentido común de eventos causales y resultados consecuentes. Esto quiere decir que se da la situación que con frecuencia se suceden eventos de coincidencias fortuitas, como necesitar un libro de estudio y que alguien con quien no tuvieras contacto, de la nada, te lo ofrezca. Si se quiere recrear la situación de pauta “aleatorio” (o azar) se pueden introducir las cartas (al igual que las monedas de I-Ching o cualquier otro objeto similar) como elemento que quita el control sobre un resultado esperado y nos abre el abanico de lo inesperado pero sincrónico en una lectura.
Estas son solo algunas ideas que nos aportan figuras que han hecho un estudio profundo del tarot. Presentan distintos puntos de vista que reflejan como la pregunta sobre el funcionamiento del tarot nos lleva a pensar sobre cómo funciona la vida.
Las creencias del tarotista y del consultante se encuentran en la mesa de lectura. Cada cual tiene su visión sobre el significado de la vida, sobre qué es el futuro, si existe el destino y sobre la razón de la existencia. En la alquimia de estas visiones aflora el resultado de la consulta. Por eso, quizás lo más valioso pregunta que un consultante debiera hacerse antes de acudir al tarotista sea: ¿Para qué quiero saber mi futuro hoy?
Rachel Pollack también toma de las teorías de Jung y agrega al tarot el elemento de la “sincronicidad” como parte de la lectura. La sincronicidad sería una nueva ley del orden natural que explicaría todos los eventos que escapan el sentido común de eventos causales y resultados consecuentes. Esto quiere decir que se da la situación que con frecuencia se suceden eventos de coincidencias fortuitas, como necesitar un libro de estudio y que alguien con quien no tuvieras contacto, de la nada, te lo ofrezca. Si se quiere recrear la situación de pauta “aleatorio” (o azar) se pueden introducir las cartas (al igual que las monedas de I-Ching o cualquier otro objeto similar) como elemento que quita el control sobre un resultado esperado y nos abre el abanico de lo inesperado pero sincrónico en una lectura.
Estas son solo algunas ideas que nos aportan figuras que han hecho un estudio profundo del tarot. Presentan distintos puntos de vista que reflejan como la pregunta sobre el funcionamiento del tarot nos lleva a pensar sobre cómo funciona la vida.
Las creencias del tarotista y del consultante se encuentran en la mesa de lectura. Cada cual tiene su visión sobre el significado de la vida, sobre qué es el futuro, si existe el destino y sobre la razón de la existencia. En la alquimia de estas visiones aflora el resultado de la consulta. Por eso, quizás lo más valioso pregunta que un consultante debiera hacerse antes de acudir al tarotista sea: ¿Para qué quiero saber mi futuro hoy?
Kika Mae Tarot
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